Vivimos un tiempo completamente distinto a todo lo que habíamos vivido desde que llegamos a este mundo. Nunca antes habíamos estado así… En este momento especial y único, hemos intentado acompañaros durante setenta y seis días -del 17 de marzo al 31 de mayo- desde Pastoral Santiago con una pequeña «dosis» cotidiana de Agua Viva, la que mana del costado abierto del Crucificado. Y es que el Señor quiere cambiar el mundo en el Poder del Espíritu Santo. Él está suscitando un «tsunami» del Espíritu, algo inesperado, algo sorprendente… Y, cuando el Señor se mueve de esa manera, aquellos que hemos sido llamados (“los que antes erais no_pueblo, ahora sois pueblo de Dios”) hemos de estar dispuestos y en vela.
Nos hemos dedicado a mantener, utilizando en ello los recursos del Señor. Justo al revés de su mandato: «Id y haced discípulos». Hemos empleado la mayor parte de nuestros recursos en el templo y en lo que se realiza dentro del templo… Y ahora, con la pandemia, el Señor toma las riendas y nos sacude: «No podéis ir al templo; sed Iglesia sin templo». En Pentecostés fue preciso el Poder de lo Alto para hacernos salir de ser nosotros el centro de gravedad. ¡Y ahora… también! Aprovechemos el «tiempo COVID». Vivámoslo como un kairós, el tiempo de Dios, un nuevo Pentecostés en el que el Poder de Dios para la misión está fuera de las cuatro paredes.
¡Hemos de volver al Principio! No se trata de salir porque las iglesias se han quedado vacías y hemos de buscar gente para llenarlas de nuevo… Se trata de vivir en camino, como la primitiva Iglesia, al pairo del Espíritu, en lucha y contemplación, lejos de las seguridades y el poder mundano. Fijos los ojos en Aquél que se hizo un tatuaje con mi nombre en Sus manos, y en Sus pies, y en Su costado. Aquel que, fuera de las murallas, murió en la Cruz por mí, entregando toda su vida por amor. A la intemperie.
Tras las primeras dos semanas de confinamiento, viendo que esto iba para largo y que no nos podíamos quedar simplemente en casa esperando, comenzamos a tener nuestros Encuentros on-line. ¿Por qué aferrarnos a lo que tenemos o seguir repitiendo lo mismo? Jesucristo nos alienta: “Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21, 5). Hemos participado en la experiencia ESpíriTu en Casa: siete familias de la Archidiócesis de Santiago de Compostela, de Fisterra a Moaña, compartiendo cómo es -en el día a día- la Vida en el Espíritu. Hemos vivido también cómo un grupo de familias de la zona de Pontevedra sintieron unirse diariamente para rezar el Rosario, siguiendo la sugerencia del Papa y de nuestro Arzobispo. Esta experiencia les marcó y fueron fieles desde marzo hasta Pentecostés. Continúan juntándose, cada Domingo, el grupo de familias.
Para tener vida abundante y eterna -la verdadera «Nueva Normalidad» que anhelamos-, hemos de vencer el miedo y salir de donde estábamos, para ir (ahora que tanto deseamos abrazar a alguien) a echarnos en brazos de Jesús. Y preguntarle para qué estamos vivos (ahora que sabemos que nuestra normalidad era mentira) y decirle que necesitamos que se haga en nosotros su Reino. Frente a virus y pandemias, ¡alabanza y alianza! «Ahoguemos el virus en el mar de la alabanza; opongamos a la pandemia, la doxología. Unámonos a toda la Iglesia que en el Gloria de la Misa proclama: ‘Te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias por tu inmensa gloria’. ¡Ninguna súplica, solo alabanza en esta oración» (Raniero Cantalamessa).
No volvamos a la vieja normalidad, ¡por Dios! Con el COVID-19, la experiencia cristiana no puede continuar igual. Esto no es un mal sueño ni un castigo del Señor. ¡Él no quiere que todo vuelva a ser como antes! La auténtica Nueva Normalidad es la Vida en el Señorío de Cristo. Y le decimos a todo el que nos quiera escuchar… que la Historia la lleva el Señor Jesús.
Montse y Javier
Comunidade Caná