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La Casa del Señor Santiago

En verdad no nos ha correspondido a nosotros construir la catedral y casa del Señor Santiago, la gran basílica románica soñada por el obispo Diego Peláez, que le da comienzo, e impulsada con un dinamismo impetuoso por Diego Xelmírez… no concluida –pese a lo que creían quienes asistieron a los fastos y ceremonias- con su consagración en 1211, en el pontificado de Pedro Muñiz, tras la finalización del programa encargado al Maestro Mateo. Las modificaciones, y de calado, se fueron sucediendo a lo largo de la historia y dejaron en ella la huella de los distintos estilos artísticos que conviven en una sorprendente armonía, la enriquecen y son testimonio plástico de la vitalidad de la Iglesia de Santiago. De un culto que se transforma en materia labrada, tallada, dorada, policromada… en el que se hace memoria del Santo Patrón, Apóstol y amigo del Señor, Santiago el Mayor que remite –desde su testimonio martirial- a la predicación de Jesús de Nazaret, anunciando su Reino y la salvación consumada con su muerte en la cruz y su resurrección y exaltación junto al Padre.

En verdad, nos resultaría imposible imaginar hoy una catedral compostelana sin su magnífica envoltura barroca, especialmente significada en las plazas de la Quintana y Obradoiro, sin olvidarnos de la exquisita y abundante impronta renacentista. Podemos evocar lo que fue la Capilla Mayor en su sobrio, elegante y equilibrado diseño románico, pero nos asombra la magnificencia y esplendor de la composición barroca en la proliferación de columnas profusamente decoradas y un baldaquino que, desde lo alto, y sostenido por ángeles, cubre el lugar santo del sepulcro apostólico. La recuperada policromía de la bóveda acentúa y realza la visión de gloria que todo el conjunto desea transmitir.

Hoy no es posible sustituir o incorporar elementos nuevos que impliquen la alteración de lo que hemos recibido, lo cual no supone que no sea posible intervenir en la catedral. Al contrario, es necesario hacerlo e incluso intensamente, tal y como hemos afrontado en esta campaña de restauración, para garantizar la conservación y preservación del monumento. E incluso es posible y necesario, desde el mayor respeto y con toda cautela y cuidado, eliminar adiciones menos afortunadas y sin valor histórico-artístico y proponer soluciones novedosas o diseños cuidados en cuanto permitan mejoras en el “funcionamiento” del edificio y/o procuren mantener –o incluso potenciar- la belleza de lo ya construido.

De hecho, desde finales del s. XIX y –sobre todo- a lo largo del s. XX se acometieron importantes e intensivas obras de rehabilitación en la catedral; por referirme a una muy concreta y de impacto visual llamativo, se procedió a la eliminación de la cubierta de teja sobre la nave principal y transeptos para recuperar la imponente cubierta pétrea y una geometría que permitiera comprender y leer mejor el monumento.

En la actualidad, en el presente s. XXI, siguiendo las directrices que imponen los nuevos criterios de intervención en el patrimonio histórico-artístico, fue necesario, antes de “poner manos a la obra”, estudiar el ámbito de la intervención (la catedral y el edificio claustral) con un importante nivel de detalle en orden a conocer la real situación del conjunto, establecer criterios mínimos y prioridades. Estudio que decanta en un documento que se denomina Plan Director, concretamente el de la catedral se aprueba en el año 2009, y pone en evidencia la necesidad de acometer actuaciones que se presentan como inaplazables.

Podemos decir que la actual campaña de restauración/rehabilitación que comienza a partir de ese momento todavía no ha concluido, deberá seguir desarrollándose en los próximos meses y, para alcanzar los objetivos contenidos en el aludido Plan Director, debería proseguir en campañas sucesivas.

En efecto, con el Plan Director vinieron las primeras obras que realizó la Administración autonómica (fachada norte y torre del Reloj); al tiempo, la Fundación Catedral, que venía dirigiendo la gestión administrativa de la restauración del Pórtico, asume con fondos mixtos (del Ministerio de FOMENTO y de la Catedral) la intervención en el Pórtico Real y ya, sin solución de continuidad, con fondos procedentes del Consorcio y proyectos propios se inicia la restauración de la fachada del Obradoiro, una obra de envergadura que exigió dedicación, recursos y tiempo. Trabajos todos que permitieron percibir la exquisita labra y la profusión de volúmenes de exponentes altísimos del barroco realizado con la elegancia y solvencia de Domingo de Andrade y la audacia de Fernando de Casas.

Y, de nuevo, sin abandonar el ritmo en el quehacer laborioso del trabajo en obra y la elaboración de proyectos, se suscribió un convenio entre el Ministerio de Hacienda y la Xunta de Galicia que permitió disponer de financiación para afrontar una serie de intervenciones. Programa en el que la Fundación Catedral asumiría la gestión y contratación.

Se dio cabida a actuaciones en el interior de la Catedral que abarcaron los paramentos pétreos –tanto los sillares más sencillos, como los capiteles o las fachadas de estilos distintos que conviven y se solapan en una armonía prodigiosa-;  la restauración del baldaquino, las policromías de la Capilla Mayor, la riquísima decoración argéntea que enmarca la imagen en cátedra del Apóstol: una apoteosis barroca en el centro de la basílica románica; las rejas de las capillas absidiales, hierro noble que resistió el paso de los años y los empeños menos cuidadosos acometidos por distintas manos. Tratando en todo momento de respetar lo que hemos recibido del legado denso de la historia pero cuidando de eliminar y ofrecer soluciones a las huellas y daños causados por “patógenos” de distinta índole, que hubieron de ser estudiados y valorados hasta alcanzar la solución que se estimó más idónea e inocua.

Recursos que también se destinaron, como resulta patente, a acometer obras en el exterior del templo. Algunas perfectamente accesibles a todos, como la renacentista fachada del Tesoro con su torre y el esconce barroco en la plaza de Platerías, o la restauración de la fachada que, a modo de cortina, recibe las primeras luces de la mañana y enseñorea la plaza de la Quintana, incluidos los espacios que se han conservado generados por los absidiolos de la cabecera de la Catedral y sus ampliaciones y que acogen la Puerta Santa y el conocido como de Abades. O la más recoleta fachada exterior norte de la Catedral que cierra el llamado patio de Xelmírez.

En nuestra Galicia siempre será fundamental disponer de un sistema de cubiertas que preserve cualquier construcción de la lluvia, tan inclemente como necesaria hasta el punto que es arte en Compostela. Buena parte del esfuerzo inversor y del tiempo empeñado por los técnicos en esta campaña se ha destinado a afrontar la sustitución de cubiertas, tanto las acabadas con teja como las rematadas en piedra. Urgente era acometer la remodelación y sustitución de los tejados de la capilla del Pilar, de las capillas absidiales, así como los de las capillas góticas que lindan con la panda norte del claustro y su terraza pétrea. No se ha tratado de “retejar”, sino de construir unas cubiertas nuevas, con amplios canales de evacuación de agua; al tiempo que se recuperaban las estructuras de madera, liberando de materiales más modernos pero menos adecuados para estos edificios que necesitan “respirar”.

Y qué decir del reto que supone la sustitución de la cubierta pétrea sobre la nave principal, los transeptos y la capilla mayor. No es ésta la ocasión y el lugar para disertar sobre un proyecto que, sobre la base de una solución que podemos denominar tecnológica, permitirá la visión imponente de las cubiertas de la Catedral empedradas.

No sería justo omitir las obras que fue posible realizar (o se están rematando) financiadas por el ministerio de FOMENTO, concretamente el cimborrio y cúpula de la basílica (con aplicación también de fondos de la catedral) y la escalinata, rejería y cripta del Obradoiro. Con proyectos elaborados por nosotros.

Seguiremos trabajando en las cubiertas de la Capilla de la Comunión, en la rehabilitación de la fachada norte, que sufrió el “desgaste” –si se me permite la expresión- de las obras que se acometen en las cubiertas, la restauración de los paramentos de las capillas absidiales en su interior, la fachada de la calle Fonseca… financiadas con fondos que aporta la Xunta de Galicia.

No hubiera sido posible acometer un trabajo tan complejo sin la dedicación entusiasta de expertos y equipos procedentes de distintos ámbitos del saber: arquitectos, ingenieros, químicos, arqueólogos, historiadores, restauradores… Y personal altamente cualificado en oficios peculiares: herreros, canteros, carpinteros, plateros… Así como empresas, laboratorios, grupos de investigación aplicada… Todos coordinados desde la Casa de la Fábrica.

Por último, al tiempo que se seguían y valoraban los trabajos, se comenzó a proyectar y definir un documento que será pieza fundamental: el Plan de Conservación Preventiva. En efecto, todo el esfuerzo y recursos empeñados demandan estudiar y confeccionar un documento que trate de garantizar la conservación del monumento. Documento que no puede limitarse a recoger referencias tópicas y genéricas, sino ofrecer –tras un previo análisis exhaustivo- un programa riguroso, ágil en su desarrollo y ejecución y que facilite una evaluación continua de las distintas áreas preestablecidas.

Podemos terminar afirmando que los trabajos que comenzaron en el año 2009 y que continuarán durante unos meses, realmente no deben concluir nunca; ciertamente las intensidades serán distintas, pero las acciones a desarrollar, en orden a la conservación de la catedral, no pueden cesar. De ese modo los fieles, peregrinos y visitantes podrán gozar de la belleza que atesora cuando se acerquen a la basílica del Apóstol y, sobre todo, cuando participen en la divina liturgia de alabanza y adoración a la Santa Trinidad en la que alcancen a percibir el suave susurro del Espíritu: “Me complaceré en él y seré glorificado” (Ag 1).

Daniel C. Lorenzo Santos

Director Fundación Catedral