Sínodo

Navegar sin ondas

“Sin ondas non se pode navegar”. La calma chicha siempre ha sido un gran obstáculo para las embarcaciones. Peor cuanto más lejos de la costa. La Iglesia, barco enviado mar a dentro por Jesús, pide al Espíritu Santo que sople con su brisa para llenar las velas y surcar los siete mares.  Hemos imaginado un paseo novelesco por la Ría de Muros, con varias personas que integran la reflexión del Sínodo Diocesano en esas parroquias.

Juana nos recibe a bordo. Su voz, educada en el canto de coral, tiene una perspectiva ilusionante de que la fraternidad  y la comunión de bienes pueda constituir un buen punto de partida de cualquier propuesta para la Iglesia del hoy y del mañana. José Ángel, soltando amarras, pone sobre cubierta los problemas de la transmisión de la fe y la catequesis, la falta de jóvenes participativos, la escasez de vocaciones, los ataques a la fe de las personas y, en general, los problemas de un mundo convulso. Opina que el Capitán que puso en marcha la navegación del Sínodo ha sido intrépido.

Mercedes, encargada de la brújula, no quiere que la religión sea condenada al ostracismo: sin ella tendrían muchos problemas para orientarse en la mar. Mari Carmen, cual grumete rebelde y reflexiva, desea empezar de cero, yendo en busca del mejor capitán que exista: tiene preguntas; busca respuestas. La impulsa su anhelo de familiaridad con Jesucristo. Ventura, Agustina y Dolores arrían las velas con soltura. Mientras la dorna avanza, poco a poco, recuerdan el valor del Papa Francisco; desean la autenticidad de un bautismo que se traduzca en obras de discípulo, no “folclórico” ni costumbrista; apuestan por formarse ellos y a los más jóvenes en los valores imperecederos del Evangelio, renovando con ello la fe. Sin miedo a la tecnología nueva.

Josefa, camarera de la imagen de proa que mantiene lustrosa, quisiera visitar parroquias, cárceles, hospitales, Eucaristías… cualquier puerto que les permitiese anunciar el mensaje cristiano genuino del perdón y la reconciliación. María, experta en cartas marinas sugiere, entre otras cosas, retomar la ruta de la Biblia. Juntos.

Adrián, en su pequeño “despacho”, junto al timón, subraya el papel tan importante de las familias en la formación de los marineros del mañana. Cree profundamente en el servicio a los más necesitados como el mejor carnet de presentación de la Iglesia de Jesucristo. Montserrat, que sabe leer las estrellas e informar por radio (a través de la hoja parroquial), teme al mal clima que trae una religiosidad centrada en las costumbres antes que en la fe. Advierte a la tripulación de que no deben sentirse cómodos, sino alerta, dando gracias a Dios.

Dominga se pregunta si durante esta travesía encontrarán murciélagos (esa rara especie que se desaparece una vez realizadas las confirmaciones). A veces no logra ver que las normas sean iguales para todas las parroquias. El “grito” de Socorro no es una desesperada petición de auxilio, sino una súplica: que la gente no se asuste ante los nuevos retos y los cambios en la sociedad. Apunta al corazón cuando sugiere que la transmisión de la fe, aunque difícil, debería ir siempre acompañada del intercambio enriquecedor de experiencias vitales.

No cabe duda: D. Alfonso Mera, con una tripulación de este calibre, podrá afrontar con éxito cualquier travesía.

Componentes del Sínodo:

Juana Caamaño Lago
José Ángel Lestón Del Río
Mercedes Martínez Martínez
Mari Carmen Louro Fiuza
Ventura Luaces Iglesias
Agustina Cubelo Dosil
Dolores Martínez Tajes
Josefa María Sestayo Fernández
María Lariño Vara
Adrián Fernández Lariño
Montserrat París Lestón
Dominga Fernández Lado
Socorro Leis París

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