Comenzamos en el año 1997 en nuestra parroquia, S. Martiño de Moaña. Posteriormente se hizo un calendario común para todas las parroquias de Moaña y más tarde para el Arciprestazgo de O Morrazo. Desde el 2011, Comunidade Caná imparte anualmente unos 12 cursos (sobre 250 parejas) en distintas parroquias de nuestra Archidiócesis. Este año cumplimos la mayoría de edad: 18 años de catequesis prematrimoniales.
Al empezar a dar los cursos y ver a las parejas que venían a «casarse por la Iglesia», nos sentimos urgidos a prepararnos para anunciar la belleza del amor y la familia. Esta formación ha supuesto -para nosotros, como matrimonio, y para nuestra Comunidad- el descubrimiento de la persona de S. Juan Pablo II y el tesoro sembrado a través de él en la Iglesia: la vocación a la santidad del matrimonio y la familia.
Como Iglesia tenemos, ante los novios, la oportunidad de anunciar:
- La grandeza del amor humano.
- La tarea preciosa y difícil de formar una familia.
- La esperanza de la sociedad que está en la familia.
- La sabiduría de una madre sensata -la Iglesia- que quiere nuestro bien.
Las parejas llegan desconcertadas, recelosas, descolocadas; la mayoría han recibido su última catequesis en la preparación a la Confirmación y han “pisado» la iglesia para las bodas de sus amigos, algún funeral u otra celebración puntual. No faltan los que fueron un día catequistas, pero han ido dejando la práctica religiosa. Una minoría continúan en la Iglesia…
Hay en casi todos un deseo sincero y profundo de que venza el amor. Les interesa el tema de la vida, la familia… porque les interesa su felicidad. Y reciben con sorpresa y alegría la propuesta. En su despedida, escuchamos muchas veces: “Gracias. No teníamos ni idea de que fuera a ser así; nos habéis hecho pensar”. Y nosotros bendecimos a Dios, porque eso significa que hemos conseguido entablar un encuentro y que el proyecto de Dios para el hombre y la mujer (como nos gusta decir en el curso) ha resonado en sus corazones. ¡Él es siempre nuevo y atractivo! Él es quién nos ha creado y lo ha hecho muy bien: para amar y ser amados. De un hombre y mujer enamorados, decididos y comprometidos a amarse para siempre, surge la familia.
El núcleo del curso es mostrarles el amor: “Nosotros hemos conocido el Amor y hemos creído en él” (1Jn 4, 16). Es fundamental hoy que un matrimonio les hable en primera persona de esponsalidad, fidelidad, respeto mutuo, apertura a la vida… Nuestros jóvenes necesitan encontrarse con testigos de todo esto para que no sean “músicas celestiales”, sino realidades que puedan ver y tocar. Porque la crisis de la pareja es, en definitiva, la crisis de la persona humana; y ellos son fruto de una cultura con unas debilidades muy significativas: dificultad para asumir responsabilidades y compromisos, inmadurez, voluntad frágil, instrumentalización del cuerpo, superficialidad en las relaciones de noviazgo. “No culpemos a los jóvenes; ellos han sido educados así”, decía el Papa Francisco en EEUU.
Terminamos cada curso con la Eucaristía y orando por ellos. Si estas parejas encontrasen una comunidad parroquial; si tuvieran algún anclaje con un grupo de matrimonios jóvenes o un sacerdote amigo; si fueran capaces de pedir ayuda en momentos de crisis, si supieran a quién dirigirse… ¡saldrían adelante y conseguirían romper las estadísticas! Sabemos que tendrán dificultades y que, desgraciadamente, un número demasiado elevado de ellas se romperán; algunas sobrevivirán, vivirán de una forma mediocre su vida matrimonial; otras encontrarán caminos para una plenitud. Depende de Dios… y de nosotros.
¿Qué podemos hacer nosotros y tú, sacerdote o laico? ¿Qué tarea tenemos por delante? ¿Qué cambios de mentalidad? ¿Qué va a salir del Sínodo de la Familia? Nos atrevemos a asomarnos un poco al futuro de la Iglesia en esta tarea:
- Iniciar antes el acompañamiento a los novios. No es suficiente el curso prematrimonial.
- Situar a la persona y a la familia en el centro de la pastoral y desterrar la actitud de desánimo que nos invade tantas veces. No dar nada (ni a nadie) por perdido.
- Los agentes de pastoral que trabajamos con novios y familias necesitamos sacerdotes a nuestro lado, siguiendo el estilo de S. Juan Pablo II en su Polonia natal.
- No es tan importante la actividad que se realice como el proceso, el acercamiento de la Iglesia al mundo, del sacerdote al joven, de un matrimonio a otro matrimonio. Con un corazón ardiente, traspasado por la Misericordia.
Montse González y Javier Rodríguez