Misericordia quiero

Sunday Mision

Sobre mi familia

Mi nombre es David Khayesi Ahiro y vengo de Kenia, este de África.

Vengo de una familia bien grande de tres varones y tres mujeres. Yo soy el mayor. Soy un niño bien campesino. Aunque mi papá trabajaba en diferentes lugares, nosotros con mi mamá siempre vivíamos en el campo. Como cualquier campesino, la vida no era tan fácil. Tuvimos que luchar mucho para poder estudiar y tener el suficiente pan de cada día. A mí las cosas me fueron un poco difíciles. Justo un año antes que hiciera el último año de primaria mi papá perdió su empleo. Tuve que esperar por dos años antes de iniciar mi secundaria. Gracias a Dios que mi tío se hizo cargo de la situación. Hice bien mis estudios, pues siempre sacaba una nota bien alta.

Hay tres personas que eran un icono en mi vida y ahora se fueron. En el año 2005, mi abuela paterna, murió y fue algo que me chocó mucho. Era la primera persona que ayudó bastante en mi vocación misionera. En ese tiempo yo estaba en primer año de filosofía. El año que siguió pasó algo que nunca he olvidado. Me querida madre falleció en una manera que yo no pude entender bien. Gracias a Dios que el padre Daniel Villaverde quien era mi formador, me ayudó bastante para encontrar paz conmigo mismo y con los demás. Hace dos años que mi abuelo murió pero no me afectó tanto pues me había preparado bien.

Sobre mi vocación

Mi vocación tiene mucho que ver con mis abuelos. Yo vengo de una familia bien católica. En la familia siempre hacíamos las oraciones ordinarias. Me acuerdo muy bien cómo el abuelo rezaba el rosario mientras esperaba por la cena. Poco a poco yo comencé a acompañarlo. Y con toda la familia, rezábamos las oraciones de la noche juntos. Mi vocación no dependía mucho de mi papá: casi no lo veía en la Misa. Mi mamá siempre iba a Misa y además estaba en el grupo del coro pero nunca comulgó hasta su muerte, pues era la segunda esposa a mi papá.

Desde que recibí la primera comunión me quedé en el grupo “mono-guía”. Acompañaba a los Padres en todos los viajes y en las misas y me encantaba. Siempre quise ser un sacerdote, diocesano o misionero. Pero las cosas cambiaron mucho cuando estuve en el primer año de secundaria. En la clase de historia de la Iglesia leí cómo los primeros misioneros llegaron en Kenia para traer la buena noticia y supe de algunos lugares en que faltaban misioneros para evangelizar, como el norte de Kenia, donde estoy ahora. A partir de ahí, mi camino cambió.

Comencé a estar con el Padre Claudio mccj, que era el promotor vocacional en Kenia en esa época. Después de un tiempo largo, entré con los misioneros combonianos en el 2004 como pre-postulante. Vivía en la periferia de Nairobi y trabajaba con los niños de la calle por un año.

Desde 2005 al 2008 hice mi filosofía en Nairobi y luego me mandaron al noviciado por dos años en Uganda. En el 2010, cuando hice la primera profesión, por una sorpresa, me destinaron al Perú donde estuve hasta enero de este año. Ahora estoy en Turkana- Kenia donde hago un año de pastoral y me preparo para las ordenaciones.

Sobre la misión

A lo largo de mi camino he aprendido mucho sobre las misiones. “Si tuviera mil vidas las daría por la misión”. Estas palabras de San Daniel Comboni, siempre me han llamado la atención desde el momento que las leí por primer vez en la revista “New People” el año 2003, año que nuestro fundador era canonizado. Gracias a Dios, actualmente soy parte de esas mil vidas que alguna vez profetizó. Después de vivir en el Perú todo este tiempo, puedo decir que es un país que tiene lugares de misión. Quiero dar gracias a Dios por los momentos compartidos de la palabra de Dios con el pueblo peruano, desde niños hasta adultos mayores, en las tres regiones del Perú: Costa, Andes y Amazonía.

En el Perú entré mucho en el campo de la pastoral. Todos los fines de semana acompañé la comunidad cristiana de San Pedro en Chorrillos Lima Perú. ¿Qué hacía en este lugar? Nada grande. Lo que siempre realicé fue el acompañamiento a la comunidad, tratando de animarla. Tenemos diferentes grupos que llevan la Palabra de Dios, grupos infantiles y juveniles, como la Infancia Misionera, que llegan a los niños. Considero que ellos son nuestra esperanza para la Iglesia de mañana. Los catequistas, que son jóvenes, dan mucho de su tiempo a la Iglesia, ese compromiso siempre me llamó la atención. Son estudiantes, tienen que trabajar para cubrir sus gastos y a pesar de ello tienen tiempo para preparar sus temas y enseñar a los nuevos miembros de la Iglesia. En la parroquia de la que provengo, es difícil encontrar catequistas jóvenes. La mayoría son adultos que tienen familias. Verdaderamente siento que he recibido la misión de llevar el Evangelio de Jesús, como en Mt 28,19-20, “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado”, es para todos.

Diferencia entre África, América y Europa

En realidad hay una diferencia grande. Primero, si vemos el desarrollo económico, podemos decir que Europa está más avanzada. En la área de la fe, he visto que cada país tiene diferentes necesidades. Por ejemplo, donde yo nací, en el oeste de Kenia, las necesidades son la falta de los sacerdotes para atender el número grande de fieles y la lucha contra otras iglesias. Y entre los Turkanas, donde estoy ahora, lo más urgente es falta de comida y las cosas más esenciales para la vida. Estamos en la primera evangelización. En América Latina, las necesidades también son diferentes. La gente venía para hablar. Las dificultades eran siempre con relación a la familia, matrimonio y problemas sexuales. Creo que en Europa también tiene su realidad diferente que cada uno tiene que analizar el problema antes de tratar a dar la respuesta.

Opinión sobre refugiados

El problema de los refugiados nunca acabará si no hay manera de trabajar juntos como Iglesia, comunidad y gobierno. Para poder parar ese problema, creo que tenemos que buscar su raíz. Si es la pobreza, ¿cómo podemos trabajar juntos para que cada persona tenga algo de comer? Si es problema de seguridad, todas las naciones pueden unirse para luchar contra esto. No creo que recibir uno de ellos signifique dar soluciones al problema, ¿y los se quedan atrás, qué? Podemos unirnos para mejorar la situación pues somos hijos e hijas de Dios, si recordamos “El Padre Nuestro…..”

David Khayesi Ahiro