Familia

Familia 3.0

Muchas familias se preguntan cómo llevar adelante sus múltiples tareas sin desfallecer en el intento: trabajo profesional, hijos, tareas domésticas, amor entre los esposos, etc. En el seno de la Iglesia Católica se ofrece un abanico muy amplio de respuestas. Una de ellas la representa el Opus Dei. Su propuesta de vida cristiana plena en medio de las tareas cotidianas está presente en la archidiócesis. Quieren ser hogares de fe sencilla, práctica, fructífera y positiva.  

Son las 7 de la mañana y amanece en mi casa un día cualquiera. Si hace unos cuantos años me hubiesen dicho que mi vida iba a ser ésta, hubiese afirmado que imposible, ¡menuda aventura y menuda locura, sacar adelante semejante familia!. Conjugar el trabajo con las tareas de la casa y al mismo tiempo tener algún rato para descansar. ¡Cuántas veces habré acudido al Espíritu Santo! pidiéndole ayuda para salir adelante, para no caer en el agobio que no me dejase ver más allá. Embarcarse en una aventura casi sin pensarlo fue lo que hicimos hace 13 años mi marido y yo, después de aquel sí, vinieron otros y otros y los que también vinieron fueron los niños. Tenemos 6 hijos, 2 parejas de mellizos de 10 y 6 años y 2 niñas, como ellas dicen sueltas, de 8 y 4.

Así, se fue forjando nuestra vida diaria, en la que casi nada se proyecta, se vive con la intensidad que permite pensar que cada instante, cada momento, cada abrazo, cada beso … adquieren valor de eternidad.

Estamos sumidos diariamente en el caos de las rutinas, en la pelea por el orden, en tener las cosas bien puestas, en la casa recogida. Luchamos cada día en esas batallas, a veces no tan pequeñas, que convierten nuestra casa en una jungla de paz.

Somos conscientes de que los niños lo pueden todo y en ese afán por convivir se mezclan diariamente el “permiso, gracias y perdón”. Los caracteres diferentes unas veces se repelen y otras muchas se atraen en poder de la defensa de un hermano, del cuidado de Cova, la más pequeña; en volcarse en enseñarle a otro lo que no sabe, en compartir una pelota por instantes y otros ratos en discutir como si se fuera la vida en ella.

Siempre hay una ida y una vuelta, que se toman como el reencuentro de esa palabra que alguno no quiso decir, pero salió de su boca sin haberlo previsto, porque pudo más el impulso que el pensamiento.

¡Qué bonito resulta el trato constante que hace el roce y nos da el cariño, que permite ir haciendo familia! y ver en el otro lo bueno cuando casi estás a punto de empezar a explotar.

Somos una familia numerosa, pero no funcionamos por números, sumamos uno a uno y todos por igual. Los 8 vivimos el silencio casi de lejos, las noches de puntillas y las mañanas a carreras que nos provocan las prisas por no planificar.

Amanecemos cada día algo temprano, con la mirada puesta en el cielo y con los pies bien amarrados en la tierra y el ofrecimiento de obras, que a veces es verdad que tarda en llegar, lo hacemos en el coche camino del cole y del trabajo, nos permite recordar y avivar que Dios está presente en nuestras vidas.

No hay un día igual al otro, ni ese igual al anterior, no hay repetición de las escenas, de los gestos, ni siquiera de las palabras. Somos conscientes, de que la Virgen lleva y timonea nuestras vidas, pero también es verdad que nos dejamos guiar. Acudimos a ella con mucha frecuencia y es referencia de nuestros viajes: Fátima, Covadonga, Lourdes, Valvanera, siempre que podemos la vamos a visitar.

Recurrimos con frecuencia al ángel custodio, como quien recurre al amigo que sabe que no le va a fallar y le hacemos cómplice de multitud de avatares: la ayuda para un examen, la lucha por portarse bien, el saber callar a tiempo, el pedirle échame una mano para aparcar.

El Opus Dei nos ha enseñado a convertir lo ordinario en extraordinario, el trabajo de casa en un trabajo de altura y la importancia de planchar se equipara a la de escribir, estudiar, informar… Hemos aprendido que santificar cada momento y circunstancia de nuestra vida ordinaria, es lo más extraordinario que podemos realizar.

Además de las tareas compartidas en la casa, el tiempo en familia, el trabajo externo ocupa una gran parte de mi tiempo. Mi labor profesional me apasiona, trabajar diariamente con la información para una web me permite estar pendiente de las necesidades de los otros, que la información que buscan o soliciten esté accesible lo mejor y antes posible. Encontrar a Dios en el trabajo profesional ha sido un horizonte nuevo que he descubierto a través del Opus Dei. Luchar por la santificación en medio de la red me hace consciente de que detrás de cada correo, de cada llamada hay una persona, un alma. Darme cuenta de que el otro no me entiende no porque no quiere o sea indiferente, simplemente es porque es distinto y tiene un punto de vista que no es el mío. La imagen de la Virgen Desatanudos en mi mesa me permite con levantar la mirada recordar la hora del Angelus o el trabajar pacientemente, siendo más comprensiva con los demás y más exigente conmigo. Intentar acabar con perfección, incluso aquellas detalles que no se ven, es el objetivo de nuestro servicio.

Descansar en casa del trabajo profesional y en la oficina del trabajo del hogar ayuda a encontrar el equilibrio que parece que se pierde al no tener casi ni tiempo para respirar. Procuramos encontrar momentos de expansión: ratos para la lectura, la música, un baile con las niñas, un baño en la piscina, una excursión al monte o nuestras anheladas vacaciones en familia, en Ortigosa. Nos gustan los ratos de tertulia, a veces a varias bandas “pide permiso para hablar primero, espera tu turno por favor”.

Hacer y deshacer, empezar y volver a empezar, como nos dice San Josemaría comenzar y recomenzar una y otra vez. Buscamos en las celebraciones familiares, las fiestas, los cumpleaños un momento de unión. Disfrutar de una comida diferente, con la idea de traer al presente aquellos años universitarios que tuve el gusto de vivir en el CM Arosa y hoy quiero vivir como madre “creando y haciendo ambiente de familia”.

Cada día las horas se nos escurren entre las manos, pero se nos presentan muchas ocasiones para salir de los límites de nuestra casa y dar algo de nuestro tiempo a los demás: recuperando juguetes que ya no se usan, colaborando en la recogida de alimentos, preparando ropa para otros niños. Son muchas las oportunidades, y a veces cuesta, pero tanto para nosotros como para los niños es bueno ver otras vidas y tener perspectivas que nos ayuden a crecer y madurar.

Si hace unos años me hubiesen dicho que esta vida que tengo ahora iba a ser la mía, hubiera dicho ¡qué locura, me veo incapaz!. Tenemos que pensar que no estamos solos, que se puede y que la armonía en el follón de cada día la pone Dios, él lleva la batuta y solamente nos pide que nos dejemos llevar en esta bendita locura convertida en nuestro hogar.

Cristina Peleteiro

Moitas familias pregúntanse como levar adiante as súas múltiples tarefas sen desfalecer no intento: traballo profesional, fillos, tarefas domésticas, amor entre os esposos, etc. No seo da Igrexa Católica ofrécese un abanico moi amplo de respostas. Unha delas represéntaa o Opus Dei. A súa proposta de vida cristiá plena no medio das tarefas cotiás está presente na arquidiocese. Queren ser fogares de fe sinxela, práctica, frutífera e positiva.

Son as 7 da mañá e amence na miña casa un día calquera. Se hai uns cantos anos me tivesen dito que a miña vida ía ser esta, tivese afirmado que imposible, vaia aventura e vaia tolemia, sacar adiante semellante familia! Conxugar o traballo coas tarefas da casa e ao mesmo tempo ter algún momento para descansar. Cantas veces acudiría ao Espírito Santo pedíndolle axuda para saír adiante, para non caer na angustia que non me deixase ver máis aló. Embarcarse nunha aventura case sen pensalo foi o que fixemos hai 13 anos o meu marido e mais eu. Logo daquel si, viñeron outros e outros e os que tamén viñeron foron os nenos. Temos 6 fillos, 2 parellas de xemelgos de 10 e 6 anos e 2 nenas, como elas din, soltas, de 8 e 4.

Así, foise forxando a nosa vida diaria, na que case nada se proxecta, vívese coa intensidade que permite pensar que cada instante, cada momento, cada abrazo, cada bico… adquiren valor de eternidade.

Estamos sumidos diariamente no caos das rutinas, na pelexa pola orde, en ter as cousas ben postas, na casa recollida. Loitamos cada día nesas batallas, ás veces non tan pequenas, que converten a nosa casa nunha xungla de paz.

Somos conscientes de que os nenos o poden todo e nese afán por convivir mestúranse diariamente o “permiso, grazas e perdón”. Os carácteres diferentes unhas veces repélense e outras moitas atráense en poder da defensa dun irmán, do coidado de Cova, a máis pequena; en dedicarse a ensinarlle a outro o que non sabe, en compartir unha pelota por instantes e outros momentos en discutir como se a vida se fose nela.

Sempre hai unha ida e unha volta, que se toman como o reencontro desa palabra que algún non quixo dicir, pero saíu da súa boca sen telo previsto, porque puido máis o impulso que o pensamento.

Que bonito resulta o trato constante que fai o rozamento e dános o agarimo, que permite ir facendo familia! e ver no outro o bo cando case estás a piques de empezar a explotar.

Somos unha familia numerosa, pero non funcionamos por números, sumamos un a un e todos por igual. Os 8 vivimos o silencio case de lonxe, as noites cos pés de la e as mañás a carreiras que nos provocan as présas por non planificar.

Amencemos cada día algo cedo, coa mirada posta no ceo e cos pés ben amarrados na terra e o ofrecemento de obras, que ás veces é verdade que tarda en chegar, facémolo no coche camiño do cole e do traballo, permítenos recordar e avivar que Deus está presente nas nosas vidas.

Non hai un día igual ao outro, nin ese igual ao anterior, non hai repetición das escenas, dos xestos, nin sequera das palabras. Somos conscientes, de que a Virxe manobra o temón das nosas vidas, pero tamén é verdade que nos deixamos guiar. Acudimos a ela con moita frecuencia e é referencia das nosas viaxes: Fátima, Covadonga, Lurdes, Valvanera, os Milagres, sempre que podemos ímola visitar.

Recorremos con frecuencia ao anxo custodio, como quen recorre ao amigo que sabe que non lle vai fallar e facémolo cómplice de multitude de avatares: a axuda para un exame, a loita por portarse ben, o saber calar a tempo, o pedirlle: bótame unha man para aparcar.

O Opus Dei ensinounos a converter o ordinario en extraordinario, o traballo da casa nun traballo de altura e a importancia do pasar a ferro equipárase á de escribir, estudar, informar… aprendemos que santificar cada momento e circunstancia da nosa vida ordinaria, é o máis extraordinario que podemos realizar.

Ademais das tarefas compartidas na casa, o tempo en familia, o traballo externo ocupa unha gran parte do meu tempo. O meu labor profesional apaixóname, traballar diariamente coa información para unha web permíteme estar pendente das necesidades dos outros, que a información que buscan ou soliciten estea accesible o mellor e o antes posible. Atopar a Deus no traballo profesional foi un horizonte novo que descubrín a través do Opus Dei. Loitar pola santificación no medio da rede faime consciente de que detrás de cada correo, de cada chamada hai unha persoa, unha alma. Decatarme de que o outro non me entende non porque non quere ou sexa indiferente, simplemente é porque é distinto e ten un punto de vista que non é o meu. A imaxe da Virxe dos Desamparados na miña mesa permíteme, con levantar a mirada, recordar a hora do Angelus ou o traballar pacientemente, sendo máis comprensiva cos demais e máis esixente comigo. Intentar acabar con perfección, incluso aqueles detalles que non se ven, é o obxectivo do noso servizo.

Descansar na casa do traballo profesional e na oficina do traballo do fogar axuda a atopar o equilibrio que parece que se perde ao non ter case nin tempo para respirar. Procuramos atopar momentos de expansión: momentos para a lectura, a música, un baile coas nenas, un baño na piscina, unha excursión ao monte ou as nosas anheladas vacacións en familia, en Ortigosa. Gústannos os momentos de faladoiro, ás veces a varias bandas: “pide permiso antes de falar, espera a túa quenda, por favor”.

Facer e desfacer, empezar e volver empezar, como nos di San Josemaría, comezar e recomezar unha e outra vez. Buscamos nas celebracións familiares, nas festas, ou nos aniversarios un momento de unión. Gozar dunha comida diferente, coa idea de traer ao presente aqueles anos universitarios que tiven o gusto de vivir no CM Arosa e hoxe quero vivir como nai: “creando e facendo ambiente de familia”.

Cada día as horas esváransenos entre as mans, pero preséntansenos moitas ocasións para saír dos límites da nosa casa e dar algo do noso tempo aos demais: recuperando xoguetes que xa non se usan, colaborando na recollida de alimentos, preparando roupa para outros nenos. Son moitas as oportunidades, e ás veces custa, pero tanto para nós como para os nenos é bo ver outras vidas e ter perspectivas que nos axuden a crecer e madurar.

Se hai uns anos me dixeron que esta vida que teño agora ía ser a miña, tivese dito: vaia tolemia, véxome incapaz! Temos que pensar que non estamos sós, que se pode e que a harmonía no rebulicio de cada día pona Deus, El leva a batuta e soamente nos pide que nos deixemos levar nesta bendita tolemia convertida no noso fogar.

Cristina Peleteiro