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¿Y ahora a donde vamos?

eugenioNadineLabakilo tiene todo: es guapa, buena actriz, estupenda guionista y autora de dos películas con mucha enjundia: ”Caramel”, una deliciosagolosinaen torno a las vidas que se entretejen (o sería quizás más apropiado decir “que se peinan”) en una peluquería; y esta que aquí presento: un canto a la convivencia entre dos culturas y religiones muy, pero que muy diferentes; convivencia pacífica que, tras una muerte fatídica, está a punto de truncarse si no fuera por el ingenio de un puñado de esposas y madres que están hartas de tanto sinsentido.

Serán las mujeres las que eviten la tragedia que se ve venir (el honesto y buen feminismo podrá aplaudir esta película sin ningún complejo). A partir de una muerteinesperada,esas benditas mujeres se las ingeniarán para que sus muy cabreados maridos y sus muy enfadados hijos no caigan en la trampa que el diablo suele poner al mortal humano; a saber: que el odio siempre genera más odio; que la violencia siempre genera más violencia y, en definitiva, que la muerte siempre genera más muerte.

Pero resulta que esas mujeres están hartas de tanta muerte. El precio que han pagado es demasiado alto. Por eso deciden hacer algo. Tal vez inventarse un milagro.Con el consentimiento de la Virgen María, claro está. Porque saben que Ella también es Madre. Y que también Ella perdió a un Hijo. Y a dolor, a Ella nadie le gana.

Y entre comedia y drama; entre risas y llantos; entre mentiras liberadoras y verdades desgarradoras, van transcurriendo los fotogramas de este bello poema musical que, en los tiempos que corren, donde el veneno del odio circula por las venas del alma de muchos “endemoniados” (demasiados) tal vez deberíamos visionar una y otra vez hasta que aprendamos la lección. Porque aunque es cierto que el mal nos puede y debe hacer sufrirtambién lo es que ese mal, ese odio, esa violencia, ese sinsentido que el mundo nos ofrece cada segundo del día, por muy perverso que sea,jamás debemos permitir que nos convierta en malvados.

Si pasamos por alto (es mucho pasar, lo sé) que para nuestra atractiva directora las dos religiones son iguales, esta obra de Labakies una propuesta sincera de cómo la mejor forma de evitar la espiral de violencia es apagar la mecha a tiempo.

Y, al final (como al principio), las mujeres se dirigen a sus respectivos cementerios: uno frente al otro; tal como han estado en vida.

Y cuando llegan, durante un eterno instante teñido de negro, esas mujeres se preguntan: “¿y ahora… adónde vamos?”.

Porque los muertos, aunque sean los de los “otros”, también son los nuestros.

Eugenio Rey