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Una lectura católica de la Peregrinación: no perder la identidad

Hace algo más de un año el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, abogaba en la presentación del Año Santo 2021 por “una lectura católica de la peregrinación a Compostela, del Camino de Santiago y del Jubileo”. En aquel momento nadie era consciente de lo que iba a ocurrir meses después a consecuencia de la pandemia del Covid19, ni nada hacía prever los cambios inevitables que las restricciones sanitarias y las limitaciones de determinados derechos iban a introducir en la programación del acontecimiento jacobeo.

Pero más allá de las programaciones, el acontecimiento fundamental del Año Jubilar sigue vigente. Como decía monseñor Barrio, “el Año Compostelano tiene primordialmente una finalidad religiosa. Es un verdadero Año de Gracia en el que por medio de la conversión continua y la predicación asidua de la Palabra de Dios, se favorecen la fe y el testimonio de los cristianos; por la oración y la caridad se promueve la santidad de los fieles; y por la esperanza en los bienes futuros se anima la evangelización continua de la sociedad, lo cual pueda ser el gran fruto espiritual y apostólico en consonancia con la rica tradición precedente”.

La Carta con la que el arzobispo nos convocaba a preparar el Jubileo, con un lema ciertamente ilusionante, “Sal de tu tierra”, recobra en estos momentos toda su actualidad. Monseñor Barrio aseguraba ya entonces que era preciso salir de “la burbuja que nos aísla del resto del mundo y nos vuelve autorreferenciales; de la zona de confort de la comodidad, el egoísmo y las inercias; de las falsas seguridades que nos proporciona nuestro pequeño mundo, donde no hay espacio para más voces que la nuestra y donde se conjura el riesgo de cualquier cambio con el pretexto de preservar la verdad”.

Era como una especie de anuncio de lo que iba a ocurrir con los lamentables efectos de la pandemia, con las personas fallecidas, con los familiares heridos por el dolor, con las personas que han perdido sus trabajos y, lo que es peor, acaso sus esperanzas. Hay que salir para consolar y confortar; para dar de comer al hambriento y cobijo al que no tiene hogar; hay que salir a anunciar que lo único necesario es seguir la voz y el gesto de Jesús de Nazaret, acercándose al pobre y desamparado.

“Ponerse en camino no es lo mismo que echar a andar. La idea del camino encierra en sí la noción de una meta, de un proyecto, de un objetivo. Caminar no es lo mismo que pasear o vagabundear. Es verdad que muchas veces puede parecer que “la vida es lo que nos ocurre mientras estamos ocupados haciendo proyectos”. Y la propia Escritura nos alerta en varias ocasiones contra la insustancialidad de los pensamientos del hombre y la vanidad de todas sus obras bajo el sol. Pero el cristiano está convencido de que su proyecto no es un vano pensamiento humano, sino que es la propia meta la que le sale al encuentro en la persona de Jesucristo, camino, verdad y vida. Por ser Él la verdad, es digno de fe y por ser Él el camino da sentido a nuestra esperanza”. Estas palabras de monseñor Barrio son hoy, meses después del inicio de la tribulación del coronavirus, un programa de actuación para los peregrinos y para la propia Diócesis en la que vivimos: tenemos que salir a caminar para encontrarnos con Cristo llevando a los hermanos.

Cuando se presentó el Año Santo, el arzobispo manifestaba que “no tendría sentido la peregrinación sin la esperanza de la vida eterna tan bellamente expresada en el Pórtico de la Gloria. Recordamos la llamada de Jesús a Santiago y el envío de éste hasta los confines de la tierra. Jesucristo es el definitivo futuro de Dios. Anuncia no sólo la cercanía del reino de Dios para los pobres, desheredados, oprimidos y humillados. En sus milagros anticipa el nuevo mundo salvado. En su resurrección el poder de la muerte se resquebraja definitivamente y se abre la nueva creación”.

Mantener el sentido

Ese es el sentido del acontecimiento jubilar: convertir el corazón y llegar a la Jerusalén celeste atravesando la Puerta Santa. La identidad permanece inalterada, incluso cuando los propios sucesos vinculados a la pandemia, las restricciones de movilidad, las distancias sociales exigidas por las autoridades sanitarias, hicieron que el arzobispo actualizase su Carta para animarnos a todos a buscar el sentido profundo de estos acontecimientos, lejos de interpretaciones desesperanzadoras: “Hemos de tener cuidado en que la pandemia no se lleve consigo, junto con tantas vidas y la confianza en las relaciones humanas, también nuestra capacidad de pensar racionalmente. Y este pensar racional también hemos de salvarlo como personas creyentes, evitando histerias teológicas que, en última instancia, nos muestran un rostro deformado de Dios”, indicaba monseñor Barrio.

En ese mismo sentido, monseñor Barrio apelaba a ver la realidad con los ojos y la mirada de Dios, a interpretar lo que está ocurriendo desde la dimensión del amor, a fortalecer nuestras raíces, a creer que en la oscuridad brilla la luz de Cristo, a hablar el lenguaje del amor con las manos y el compromiso con los desfavorecidos, tan propio de Cáritas, o a no tirar por la borda la tradición religiosa.

En su anexo a la Carta inicial, el arzobispo agradecía los gestos de solidaridad que son como semillas de la Buena Noticia: “Los esfuerzos que se vienen realizando para paliar las consecuencias de la pandemia muestran lo mejor del ser humano cuando colabora entre sí al bien común. Todo esto no deja de ser un reflejo del Reino anunciado por Jesús”.

La lectura creyente de la realidad ayuda a no perder el sentido genuino del hecho jacobeo y a no confundir diferentes realidades: el Año Santo es un año de gracia que se regala a todo aquel que quiere acoger al Señor en su corazón, a través del Apóstol Santiago.

 

  1. Aguado

Periodista