Ahora parece que anda más perdido que un cangrejo en un taller mecánico pero, no ha mucho tiempo, Thomas McCarthy, nos regaló un precioso canto a la vida: “Vías cruzadas”. Y, cuando todavía nos estábamos relamiendo de gusto, volvió a obsequiarnos con la excelente “The visitor”. Para rematar el exquisito pastel cinematográfico, participó en el guión de la impagable “Up”
En los malhadados tiempos que corren, donde el odio al “otro” (sea ese “otro” el inmigrante ilegal o tu vecino del quinto) está a la orden del día, la película que hoy nos “visita” nos anima a reflexionar sobre el poder reparador del que se benefician aquellos que se atreven a ayudar a los demás, aunque solo sea por pura supervivencia al evitar que nos ahoguemos en el vómito existencial (que diría el Sartre de turno) característico de nuestra “beautiful” edad dorada. Vamos, que no hay mejor medicina para sanar nuestras miserias que dejar de contemplar nuestro pequeño y sucio ombligo y mirar de frente a los ojos angustiados de otros seres mucho menos favorecidos que nosotros.
En el momento que a nuestro solitario, triste y gris protagonista la vida está a punto de importarle dos pimientos de Padrón tiene la enorme suerte de toparse con una pareja de “otros” que, sin ellos sospecharlo, “okupaban” un piso de su propiedad. Tras un primer impulso de mandarlos a hacer puñetas, Walter, que así se hace llamar el personaje que interpreta un estupendo Richard Jenkins, echando mano de unos gramos de humanidad (que, impacientes, esperaban a ser empleados en un huequecito de su roto corazón) les permite quedarse hasta nuevo aviso. Y es aquí donde, a golpe de tambor africano, empieza la redención de Walter…
No se asusten: no les voy a destripar la película. Sólo insinuársela un poquito. Sólo anticiparles que Walter será una más de las “otras” víctimas del 11-S (no todos los musulmanes son terroristas, ni todos los terroristas son musulmanes). Solo adelantarles que cuanto más va conociendo Walter al “otro” (en este caso, a los dos “otros”), más se aleja del hombre anodino y vacío que es. Solo mencionarles que también ese “otro” (en este caso me refiero a una “otra”) puede ser víctima de algunos prejuicios sobre el otro “otro” (que, en su caso, es Walter, aunque podríamos ser cualquiera de nos-otros: los del lado de acá). Solo comentarles que no hay que tener miedo de implicarse en las vidas de los “otros” con la intención de ayudarles, aunque eso nos suponga dolor, daño, sufrimiento… No importa: es preferible sufrir por “el otro”, padecer con “el otro”, que simple y lamentablemente lo que solemos hacer: ignorarle.
“The visitor”, como pocas, es una película que nos muestra el precioso don que supone compadecernos de ese “otro”. Y, por qué no, “The visitor” muestra el otro lado de la moneda: cómo ese “otro”, al permitirnos entrar en sus vidas, aprende también a compadecerse de nosotros.
Porque, al fin y al cabo, todos somos ese “otro” que necesita, urgentemente, el bendito regalo de la compasión.
Eugenio Rey