Mis años compostelanos y el arzobispo Barrio Barrio
Con agradecimiento, emoción y consciente de no merecer este encargo ha aceptado la petición de escribir unas líneas para añadir a las de otras plumas más autorizadas que la mía con ocasión de las bodas de plata episcopales de nuestro querido Sr. Arzobispo Doctor Don Julián Barrio Barrio.
¿Qué decir? Después de pensar un poco me ha dado cuenta de que, por lo general, pervive todavía la creencia sobre los eclesiásticos de alto rango como personas serias y distantes, incluso envaradas, que tienen poca comunicación con sus diocesanos. Entonces lo más apropiado para unirme a la alegría de celebrar los 25 años de episcopado compostelano del Arzobispo Barrio me ha parecido dejar algunas pinceladas personales sobre la humanidad y la delicadeza, sin caer en hacer hagiografía, de mi Arzobispo. Por razones de tipo universitario he tenido la suerte de relacionarme con él (también universitario, Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo) y de tratarlo de cerca en muchas ocasiones. Así que, a vuela pluma y sin más apoyo que mis recuerdos traigo aquí algunos “sucedidos” de los que no aparecen en ningún episcopologio.
Recién comenzado el Año Santo Compostelano 1993 saltó la noticia, que ya se comentaba en la Apertura de la Puerta Santa el 31 de diciembre de 1992, de que había sido nombrado Obispo auxiliar de Santiago un joven sacerdote de 45 años, castellano, llamado Don Julián Barrio Barrio. Su consagración tuvo lugar el 7 de febrero y yo asistí como centenares de personas que nos apretábamos para caber en la Catedral. Terminada la ceremonia comenzó el desfile para besarle el anillo, acto que duró casi cuatro horas. Yo pasé muy al final, lo saludé y me presenté como universitaria católica, poniéndome a su disposición. Con una franca sonrisa me dijo que ya nos veríamos en lo sucesivo y hablaríamos. Y así fue y así ha sido.
El tiempo corre veloz y también por febrero de 1996 llegó la noticia a Santiago de que nuestro Arzobispo Doctor Rouco Varela era nombrado para Madrid y a los pocos meses, creo, fue promovido a Arzobispo de Compostela el Obispo auxiliar Doctor Barrio. Nueva grandiosa ceremonia la de su toma de posesión, con una fuerte lluvia aquel día, como no podía ser menos. Yo tuve la suerte la suerte de ser elegida para pasar a prestarle obediencia. Le besé el anillo, le felicité y le prometí una oración diaria por su persona e intenciones. Lo sigo haciendo. A los pocos meses recibió el Palio arzobispal en el Vaticano, el día de San Pedro, de manos del Papa Juan Pablo II. A mi nueva felicitación correspondió haciéndome llegar una fotografía oficial dedicada y una reproducción a todo color de su escudo y lema. Los enmarqué.
A partir de ahora comenzó un trato más fluido y frecuente con él, visitándolo a veces en su despacho para hablar de temas universitarios. Así se fue forjando una cercanía y trato filial como diocesana que no ha cesado.
Por citar algo concreto diré que he hablado en su presencia en más de una ocasión: ahora recuerdo en la presentación de la Exposición-centenario del Cardenal Quiroga Palacios o en el acto que siguió a la Consagración de la iglesia de Santa Comba. En los años en que en la Universidad, a través de la pastoral universitaria (teníamos Capellán y todo), celebrábamos la fiesta de Santo Tomás siempre venía, asistía al concierto, celebraba la Misa en el Colegio de San Jerónimo. Podría narrar muchas cenas, con muchos asistentes, en el comedor noble de San Martín Pinario con ocasión de la fiesta de San Martín y de las Aperturas de curso del Instituto Teológico Compostelano. Casi siempre me ponían a su derecha en la mesa y casi siempre comentábamos los de alrededor lo bien que servía la sopa el Sr. Arzobispo porque se empeñaba en hacerlo él. He aquí una gran nota de humanidad, hacerse servidor de todos.
Deseo, para ir acabando estas deshilvanadas líneas, aludir a tres momentos relamente tocantes para mí:
Año 1999 (Año Santo Compostelano). Una veraniega tarde estaba yo en el Monasterio de San Pelayo de Antealtares visitando una preciosa exposición de orfebrería con mucho público entre el que se encontraba el Sr. Arzobispo, buscó una ocasión para decirme que pasara por su despacho que deseaba hablarme de un asunto. Acudí en cuanto pude y recibí y acepté el encargo de colaborar científicamente en la confección del Mapa de Parroquias de la Archidiócesis ya que yo tenía material publicado de ese tema desde hacía años. Pasé unos meses metida en Palacio en los archivos y en un diminuto despacho justo al lado del que ocupaba el reciente nuevo Obispo auxiliar Mons. Quinteiro, a quien saludaba todas las mañanas. El Mapa se presentó en el Aula Neri de San Martín Pinario un par de días antes de la Clausura de la Puerta Santa. Misión cumplida.
Año 2000 (Año Santo Romano). Aludiré muy brevemente a dos hechos. Por una parte, en la apertura del Año Santo el Sr. Arzobispo llevó procesionalmente por la nave central de la Catedral un libro – facsímil de mi propiedad, el Misal de Navidad del Papa Alejandro VI, Borja (1492-1503). La razón fue que se buscaba un libro miniado en sus páginas interiores ya que permanecería abierto todo el año sobre un atril especial en la Capilla Mayor. A las pocas semanas S.E. Mons. Barrio manifestó su temor a que se estropeara a lo largo del año pero le tranquilicé diciéndole que si al final de su utilización yo estaba viva pasaría a recogerlo y si no pues que él hiciese con el valioso facsímil lo que tuviera a bien. Y con su amable sonrisa quedó zanjada la cuestión. Por otra parte, este año se conmemoraba el centenario del nacimiento en 1900 del Emmo. Sr. Cardenal Quiroga Palacios. Desde hacía unos meses ya trabajaba en un proyecto de homenaje al purpurado el hoy Obispo de Orense Mons. Lemos, a la sazón Bibliotecario del Instituto Teológico Compostelano; realmente él, como Comisario de la Exposición proyectada, fue el alma de todo lo que se hizo. El caso es que me incorporó a su trabajo y pasamos unos meses de agobio grande pero quedó una exposición extraordinaria. En ese contexto el Sr. Arzobispo decidió crear la Cátedra Cardenal Quiroga Palacios y tuve el grandísimo honor de ser nombrada Secretaria de la misma. ¡Qué delicadeza hacia mi humilde persona!
En octubre del 2008 me jubilé de la Universidad y pasé a despedirme de mi Arzobispo antes de venirme a vivir a Madrid junto a mi familia de sangre. Me recibió afectuosísimo y sin prisa, pero me voy a reservar el contenido de nuestra conversación. Sí diré que aquel día percibí con meridiana claridad que había pasado bastantes años cerca de una auténtico Pastor de almas. Nuestra relación, sin embargo, no terminó con el alejamiento físico: la última vez que hemos conectado ha sido con ocasión de esta reciente Navidad 2017-2018.
Año 2010 (Año Santo Compostelano). El día 6 de noviembre llegaba a la ciudad el peregrino más cualificado y esperado: Su Santidad el Papa Benedicto XVI. Desde Madrid yo seguía por la prensa, radio y televisión los preparativos y pensaba pegarme literalmente a la televisión ese día para no perderme nada. ¡Ah! pero un par de semanas antes recibí por correo una invitación de mi Arzobispo Barrio para asistir a la Misa que presidió el Santo Padre en la Plaza del Obradoiro. No lo podía creer. Pues allí estuve, en cuerpo y alma, en aquella tarde de frío de las que se producen en el Obradoiro.
En fin, el recuerdo perdurable de mi querido Arzobispo Doctor Barrio es que cada día antes de comenzar las labores de la jornada lo hago encomendándome a Nuestro Señor resucitado el lema de su escudo, el que me regaló año ha: IN VERBO TUO DOMINE.
Pilar de Torres Luna
Catedrática de la Universidad de Santiago