Nuestro Arzobispo cumple el 7 de febrero de 2018 XXV Años como Obispo y nosotros sus diocesanos convertimos en gozo su efemérides, porque realmente estamos alegres y para decirlo “descolgamos las cítaras de los sauces”.
Se me ha pedido que recuerde con este motivo la Peregrinación a Santiago del Santo Padre Benedicto XVI, el 6 de noviembre de 2010.
Y a ello vamos… el Arzobispo anunció la visita convocando al Cabildo Catedral a Palacio y con palabras breves pero ya en aquel momento cargadas de emociones que casi un año más tarde se le desbordaban en la sonrisa que lució durante toda la jornada de la estancia del Papa en Santiago.
La visita fue desde el primer momento diseñada con obligada brevedad: solamente un día entre las 11:30 y las 19:30 horas. Al Arzobispo le hubiera gustado que el Papa pernoctara en Santiago; se luchó por ello pero no fue posible y en verdad se comprende porque con solo dos días en España, hubiera sido necesario salir de Santiago muy temprano – sobre las 07:30/08:30 de la mañana – para poder cumplir todo el programa previsto en Barcelona.
En realidad, el Papa vino en aquella ocasión a Santiago a cumplir un viejo deseo suyo de venerar al Santo Apóstol Santiago y conocer la meta milenaria de los peregrinos que pasaban por su Baviera natal. Es más había dicho en alguna ocasión siendo Arzobispo de Múnich y posteriormente Cardenal Prefecto de la Congregación de la Fe, que ya tenía hablado el asunto con su hermano Mons. Georg.
Desde esta perspectiva eran imprescindibles dos actos: la oración en silencio ante la Tumba Apostólica y la Misa que aunque fuera pensada, en principio, en algún otro lugar, se celebró en la Plaza del Obradoiro y dejó un recuerdo inolvidable, lo sabemos, en el corazón del Papa que miraba con un cierto “arrobo” la plaza que es antesala y altar del Apóstol.
En medio de ambos, una salida a la Plaza de la Quintana para saludar a los fieles allí congregados y un almuerzo, con los Cardenales, los Obispos de Galicia y los acompañantes del Papa, con menú gallego de sobrio y elegante diseño, sin mariscos y sin pescado acompañado de vinos Ribeiro y Rioja. Por cierto que se nos había dicho que el Papa bebería solo zumo de naranja, pero se logró que probara el vino de la tierra.
Y luego tras el breve descanso con entrañable anécdota del Papa acariciando y “jugueteando” con los perros de la policía en el patio del Arzobispado, la Misa en la Plaza. Inolvidable celebración con la impagable participación de la Real Filarmonía de Galicia y el Coro de la Catedral que interpretaron la missa brevis de Mozart y estrenaron motete en el Ofertorio.
Hacía frio en la plaza y se notaba, aunque los presentes, unos 10.000, percibieron el calor con que el Papa habló de Santiago y su Camino.
El final de aquella Misa fue inolvidable con la Banda de música y los guardiamarinas de la Escuela Naval de Marín cantando la Salve Marinera; digno colofón en una Diócesis que tiene 1000 km de costa.
Santiago… el Papa en la “tierra de Santiago” subrayando la unión, aquí nunca quebrada, entre Pedro la cabeza de la Iglesia, y este pueblo que porque es el “pueblo de Santiago”, es el pueblo fiel que cree, ama, siente la fe católica como señal de identidad.
Todo el proyecto de visita fue aprobado paso a paso, por el Arzobispo que en ningún momento dejó caer el ánimo, ni dudó de la ventura.
No me es dado a mi saber cómo y cuáles son las emociones del Arzobispo, pero si puedo intuir que aquel día de la visita a la Compostela de Santiago del año 2010, fueron tantas que llegó “ a volar tan alto, tan alto, que dio a la caza alcance”.
Mons. Salvador Domato Búa
Director del A.H.D.S.