Estamos celebrando los 25 años de obispo de Don Julián, como se vivió el nombramiento de auxiliar de Santiago en aquel Año Santo del 93? Cómo eran aquellos tiempos en Compostela?
La ordenación episcopal de D. Julián tuvo lugar en el contexto del inicio de un Año Santo de los más singulares en la historia de la peregrinación jacobea. En las primeras semanas de agosto del año 1989, cuatro años antes, por tanto, se había celebrado la IV Jornada Mundial de la Juventud en Santiago. Medio millón de jóvenes de todo el mundo y, muy especialmente, de lo que entonces era la Europa Occidental -¡la Europa libre!- respondieron a la llamada del Papa San Juan Pablo II para encontrarse con “Jesucristo, Camino, Verdad y Vida” en el Monte del Gozo compostelano, recuperado de nuevo para los peregrinos jacobeos. En la mañana del sábado 19 de aquel agosto inolvidable San Juan Pablo II había presentado al Señor Santiago emocionadamente aquella “inmensa riada juvenil nacida en las fuentes de todos los países de la tierra” “unida y remansada en su presencia” “ansiosa de refrescar su fe en el ejemplo vibrante de su vida”. Esa “riada” siguió impetuosa hasta el Año Santo de 1993. Le había precedido, once años antes, el de 1982 que de algún modo había coronado el 9 de noviembre el mismo Juan Pablo II, el último día de su visita apostólica a España, con su discurso en el acto memorable sobre Europa en la Catedral del Apóstol. El reto espiritual y pastoral que representaba el nuevo año jubilar para nuestra Archidiócesis de Santiago, para sus pastores y fieles, era sencillamente formidable de una inédita novedad. La comunidad diocesana y, sobre todo, su Arzobispo necesitaban con urgencia indemorable la ayuda de un Obispo Auxiliar. D. Julián, que venía de una vecina y venerable Diócesis, Astorga y de su Seminario, daría satisfacción cumplida a esa necesidad con humilde sencillez, con dedicación personal incondicional y con una competencia humana y teológica irreprochable.
Cuando Ud. se fue a Madrid, él le sucedió. ¿Qué destacaría de los años de D Julián como Arzobispo?
D. Julián supo comprender la trascendencia pastoral que implicaba el renacimiento de la peregrinación y del culto jacobeos para la renovación de la vida de los cristianos no sólo en nuestra querida Archidiócesis, en Galicia y en toda España, sino también su significado evangelizador para una Europa que estaba re-encontrando su unidad desde el Atlántico hasta los Urales después de la caída del “muro de Berlín”
La visita de Benedicto XVI es uno de los momentos más emotivos de estos 25 años. ¿Qué recuerdos tiene de ese viaje?
La visita de Benedicto XVI, no sólo protagonista de un pontificado, probablemente uno de los más luminosos de la historia de la Iglesia, sino también uno de los grandes europeos de la historia espiritual de la Europa de la segunda mitad del siglo XX y de inicio del siglo XXI, culmina el servicio episcopal de D. Julián a la peregrinación y al camino de Santiago. Se trataba y trata de mantener vivo y operante su sentido cristiano y su valor apostólico, en definitiva ¡“su alma”!, de que se percibiese y cuidase pastoral y espiritualmente como lo que fue en su origen e historia más auténtica: “un camino de conversión” para una Europa que está olvidando sus raíces cristianas, su verdadera “memoria”, paradójicamente en un tiempo, el actual en el que sigue latente el recuerdo de todos los indecibles sufrimientos causados por el horror de las dos guerras mundiales y de los totalitarismos que las precedieron, acompañaron y siguieron hasta la caída del Muro de Berlín.
¿Qué le diría a don Julián en esta fecha tan especial?
Que recuerdo con emoción la mañana de aquel 7 de febrero en la que “le impusimos las manos” en la Iglesia-Catedral del Señor Santiago, junto con numerosos hermanos en el episcopado, para un mejor, más vibrante y más fiel servicio apostólico a la Iglesia Compostelana en la Comunión de la Iglesia Universal, y que sigo rezando por él con el mismo afecto fraterno de aquel día memorable.
Mons. Antonio Mª Rouco Varela
Cardenal arzobispo emérito de Madrid