¿Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Noticia, que pregona la victoria…!” (Isaías 52,7-10). Estas palabras del profeta nos convocan siempre a la tarea de la misión y de la evangelización. De nuevo, ante el mes de octubre, las Obras Misionales Pontificias nos llaman a participar activamente en la Jornada de las Misiones, el popular Día del Domund, que en este año se celebrará bajo el lema “Misioneros de la Misericordia”. ¡Qué gran riqueza es para la Iglesia vivir el paso de los meses y las estaciones con el ritmo de la liturgia y de las celebraciones compartidas! No es un paso cansino del tiempo, sino la constatación alegre y confiada de que Dios mismo transita con nosotros en nuestra cotidianeidad y en nuestro caminar anual.
“La pasión del misionero”, ha dicho el papa Francisco en su mensaje de convocatoria del Año Jubilar de la Misericordia, “es el Evangelio”. Es en el anuncio de Cristo resucitado donde encontramos, con Él y en Él, la alegría, la fuerza de la misión, el camino de la liberación y de la salvación. Todos somos misioneros: obispos, sacerdotes, religiosos y laicos estamos llamados a la proclamación gozosa de la Buena Nueva. El mundo, nuestro mundo cercano y el más lejano, sigue teniendo hambre de Dios, hambre de verdad y de justicia. Nosotros no podemos dejar de repartir el pan de la palabra y de la eucaristía, porque en nuestro Bautismo hemos recibido el don del Espíritu que nos llama a ser “mensajeros” que anuncian la paz y llevan la Buena Noticia.
Muchos son los misioneros de la Iglesia que peregrina en Galicia, que prestan su servicio impagable en las hermanas Iglesias jóvenes y en formación. Es verdad que en muchos casos no cuentan con los medios humanos necesarios para llevar a cabo su tarea como ellos desearían. De ahí que nosotros tengamos con ellos un deber de colaboración material y económica. Pero también es verdad que de ellos podemos aprender fidelidad, compromiso y testimonio, incluso hasta llegar al martirio como hemos podido comprobar en numerosas ocasiones.
La Iglesia predica a Cristo. El papa Francisco se lo recordó en el pasado mes de junio a los directores nacionales de las Obras Misionales Pontificias. Les dijo que “la misión evangelizadora tiene prioridad, porque la actividad misionera sigue siendo todavía hoy el mayor desafío para la Iglesia…, sin caer en la tentación de convertir las Obras Misionales Pontificias en una ONG, en una oficina de distribución de subsidios”.
Cristo es nuestro alfa y omega. Nuestro principio y nuestro fin. Sí, todos somos “misioneros de la Misericordia”, ofreciendo el rostro sanador de Jesús de Nazaret. A todos vosotros, queridos diocesanos, os pido que seáis generosos económicamente para que no deje de haber pies de mensajeros que proclamen el Evangelio.
+ Julián Barrio Barrio
Arzobispo de Santiago de Compostela