A punto de comenzar las vacaciones escolares de verano, muchos de vosotros, queridos jóvenes, os disponéis a iniciar una nueva etapa en vuestras vidas. Finalizados los estudios de Bachillerato y con la tensión aún reciente de la realización de las pruebas de Selectividad, ya oteáis en el horizonte las aulas de la Universidad. Es un paso importante en el que, quizá por vez primera, tenéis que ejercer esa capacidad de discernimiento y de decisión, que caracteriza la vida de toda persona para elegir el camino que oriente vuestra opción vocacional. Decía el papa Benedicto XVI: “La vida es una opción: entre honradez e injusticia, entre fidelidad e infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal”.
Estáis en la etapa auroral de vuestras vidas, que tanto han cantado los poetas y que tantas esperanzas concentra en el misterio de nuestra existencia. No perdáis vuestra capacidad de asombro, vuestro deseo de búsqueda constante, sabiendo que toda meta se convierte en un punto de partida. Cristo se hace a vuestro camino como aconteció con los discípulos de Emaús para ofreceros la orientación luminosa de su Palabra. No sólo hay que hacer el camino junto a Él sino que también hay que hacerlo con Él.
El verano es tiempo propicio para descansar y ejercitarse también en el noble arte de la escucha, aprendiendo de la experiencia de los padres y de los abuelos. Dedicad tiempo a la lectura de libros cuyo contenido puede ayudaros a crecer como personas. Y atreveos a escuchar a Dios en el silencio sosegado y descubriréis su amor infinito.
Esta actitud de escucha no es pasividad, ni ensimismamiento, sino apertura a lo trascendente que se manifiesta en el esplendor del templo de la naturaleza, en la humilde mediación de toda persona que proclama el mensaje de Jesús y en la participación en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Escuchar a Dios es atisbar lo que Él nos pide y descubrir esa vocación que dará sentido pleno a la existencia.
También Dios escucha las inquietudes y desvelos, las ilusiones y los proyectos que anidan en vuestros corazones jóvenes. Él ya conoce lo que pensáis o lo que necesitáis, pero quiere saberlo por vosotros mismos a través de esa oración sencilla que brote de vuestro interior. Rezar es hablar con Dios, que sabemos que nos ama, decía Santa Teresa de Jesús. Dios no se va de vacaciones olvidándose de nosotros. No olvidemos nosotros a Dios en medio de nuestras vacaciones.
Vislumbrad la novedad en los próximos horizontes académicos o laborales, donde uno se imagina más protagonista de su historia personal. Mirad vuestro pasado con agradecimiento. Es momento para afrontar vuestro futuro con confianza, rogándole al Señor que os acompañe en vuestra ruta y fiándose plenamente de sus planes. La misericordia del Señor fundamenta nuestra confianza.