En la hermosa noche de Pascua se hacen nuevas todas las cosas. Ya nada es igual porque el sepulcro vacío donde los discípulos habían depositado el cuerpo del Señor pregona la Resurrección, anuncia el triunfo sobre la muerte. Cristo ha resucitado. Si el mundo creado tiene un corazón, éste se conmueve en un éxtasis de sorpresa, de alegría y de alabanza. ¡Verdaderamente ha resucitado el Señor! El corazón late acelerado, feliz, contento, renovado para siempre.
Y Él, el viviente, va a caminar a nuestro lado. De una u otra manera todos vamos a nuestro Emaús, acuciados por nuestros temores, por nuestros recuerdos, por nuestros miedos. Pero Él se nos hará presente, nos renovará el corazón y nos infundirá esperanza.
Y así, al reiniciar el camino tras haber compartido con Él el pan y su palabra, miraremos con ojos misericordiosos el mundo, descubriremos cada día en nuestros hermanos los rasgos de Jesús, no quedaremos ensimismados en nuestro pasado, llorando sobre nuestras ruinas o lamentando nuestro cansancio. Viviremos el dinamismo de la Pascua.
Cristo se nos manifiesta en el rostro del perseguido, marginado, refugiado, enfermo, y pobre material o espiritualmente, y del que practica la justicia y vive la caridad como amor recibido y ofrecido. Sí, nos alegramos al ver al Señor y al saber que nuestro Dios, con su providencia amorosa, no es ajeno a nuestra historia y hace suya la causa del ser humano.
¡Enterremos las actitudes paganas de vida, vivamos como hijos de Dios, demos testimonio del gozo pascual, busquemos los bienes de allá arriba, y despojémonos de la vieja levadura de la corrupción y la maldad para ser la nueva masa de la sinceridad y la verdad, y hacer el pan de la civilización del amor! ¡No busquemos al Señor en los dominios de la muerte! Ni la tristeza, ni la amargura, ni mucho menos la desesperanza tienen nada que ver con Cristo resucitado y con quien le sigue.
Él no está allí, en el sepulcro vacío. Él vive e ilumina nuestra vida y nuestra historia. Cristo vive. Y por eso estamos alegres.
+ Julián Barrio Barrio
Arzobispo de Santiago de Compostela