Cine

La gran familia

eugenioUna rosa natural entre flores de plástico. Un “Velazquez” en un museo de arte (¿arte?) contemporáneo. El olor de una magdalena recién horneada en el centro de un plato minimalista de no se sabe qué puñetas… Esa es la sensación que uno tiene con esta “gran” película.

Y es que ahora, en cuestión de familias, se lleva de todo. La “gramática” familiar ha cambiado mucho: las “cuestiones de género” (porque lo masculino y lo femenino se desdibujan en una peligrosa ambigüedad) y también las de “número” (porque las familias desestructuradas sufren la marcha de algunos de los cónyuges y porque la natalidad es un avión que no despega e, incluso, muere, seducido por los cánticos de solución facilona que susurra el aborto). Con la crisis, el “cariño” por los abuelos (y las pensiones) parecía haber rebrotado, pero aún dedicamos demasiado espacio en nuestros pobres razonamientos para dilucidar si “molestan” o no.

Disfrutar en estas fechas de esta “gran” película es como saborear aquella deliciosa magdalena de tu niñez; o contemplar “Las Meninas” hartos de tanta “basura” modernista; o deleitarse con el sordo genial tras eliminar los chunda-chunda de tu ruidosa cabeza; o aspirar el aroma inconfundible de las violetas en lugar de emborracharte con los indescriptibles hedores de “eau de porqueríe” envueltos en frascos de diseño. En fin… Volver a la normalidad. Aunque sea por hora y media.¡Qué caramba!

Ningún aficionado al cine osará discutir los valores artísticos de esta joya: “actorazos” como la copa de una secuoya gigante de California (si José Luis López Vázquez o Pepe Isbert hubiesen nacido en Michigan, pongamos por caso, ya tendrían unos cuantos óscares en sus vitrinas); guión excelente (de los que no precisan de cuatro masters en sicología aplicada para entenderlos); dirección clásica (sin mareos de cámara innecesarios y otras zarandajas inútiles). No, ningún aficionado que se precie se atrevería a poner un solo “pero” a esta obra de arte, declarada de interés nacional. Ahora bien, en cuanto usted trate de defender a la familia numerosa (ni se le ocurra mencionar el “creced y multiplicaos” del Génesis, ¡¡por favoooor!!) o, simplemente a la familia normal (papá, mamá, nenes y abuelo incluido) entonces le guillotinan el cogote de una rebanada.

Que películas donde se ven matrimonios que no se divorcian, hijos que no mandan a sus padres a los asilos (perdón, quise decir “hogar del mayor”… se me escapó), padres que enseñan a sus hijos a rezar (¡¿rezar?!, ¿qué es eso?), alumnos que no pegan palizas a sus profesores… sean tachadas de “franquistas” (entren en filmaffinity y verán) demuestran hasta dónde ha llegado esta sociedad. Claro que… la sociedad está formada por familias… Y si falla la familia…

¿Qué queda si falla la familia?

Pues… Está claro ¿no?

Queda…

Queda…

…Sólo flores de plástico.

Eugenio Rey