Un arzobispo de corazón activo
Aunque en estos momentos me encuentro lejos de nuestra tierra, mi corazón no está nunca totalmente ausente de ella. Me imagino que a D. Julián le sucederá otro tanto con la Diócesis de Astorga, de cuyo Seminario ha sido Rector. Le sucederá así, aunque no sea gallego de nacimiento, porque es también muy humano. Cuando, hace veinticinco años, iban a ordenarlo Obispo, ha venido a nuestra Catedral, con tal motivo, mucha gente de Astorga. Llovía mucho, pero “llovían también” manadas de paisanos de D. Julián, para estar con él y decirle que le querían y no querían perderlo.
Era entonces Año Santo. D. Julián comenzó a aparecer por la Catedral, para recibir a distintos grupos de peregrinos. Yo recordaba que había hecho estudios de Historia de la Iglesia, y tenía noticia de que los había superado con holgura. Sin embargo mi mente albergaba ciertas dudas sobre los contenidos que pudiera ofrecer él. Cierto que un historiador pondera todo adecuadamente y no se pronuncia sobre nada sin fundamento. Sin embargo yo no estaba totalmente convencido de que sus celebraciones, repetidas con frecuencia, pudieran aportar la enjundia propia de quien conoce los entresijos de los textos litúrgicos, y cuyos conocimientos se completan con lo que la experiencia aporta a quien está atento a los signos de los tiempos.
Sin embargo, según he ido escuchando a D. Julián, no he dejado de aprender. Tanto en la respuesta a los peregrinos en los Años Santos –en los que ha escrito tres Cartas pastorales- como en la respuesta a las invocaciones del 25 de julio y 30 de diciembre de cada año, una vez que fue promovido a la dignidad arzobispal, ha demostrado tener conocimientos, madurez y “sentidiño” cristiano y sacerdotal, en todas sus exposiciones. Es confortante para un sacerdote el ver que el Arzobispo va delante, marcando un sendero estrecho, a tono con lo que Jesús nos ha pedido, y que, al ir señalándonos el camino, lo va recorriendo, “tirando del carro”, en condiciones de quien lo recorre “ligero de equipaje”.
D. Julián no es gallego, aunque no sólo conoce bien nuestra lengua, sino que, a excepción de algún vocablo como xeito, lo pronuncia adecuadamente. No sólo eso: él ha hecho una opción por el gallego. Por ello, en la respuesta a las invocaciones de las fiestas del Apóstol, prodiga el uso de la lengua de Rosalia, sin contentarse con decir algunas cosas en nuestra lengua, sino dedicándose a elaborar un discurso rico y extenso en su lengua de adopción. Por otra parte, cuando tiene celebraciones con sacerdotes de la Diócesis, más que adaptarse al modo de hacer que puedan tener ellos, trata de sensibilizar a todos, recorriendo un camino que él considera adecuado para ellos. Al menos hace rezar el Noso Pai, además de haber utilizado el gallego en una buena parte de su homilía. Yo creo poder dar un paso más adelante: D. Julián es ya “bastante gallego”. No es ahora el caso de pararme en ello, pero puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que no le falta en absoluto la ironía de los gallegos más refinados.
Tampoco se detiene D. Julián en localismos, optando por dirigirse a los más directamente suyos y dejando un poco de lado a los demás. En las celebraciones de la Misa del Peregrino hay personas de muchas procedencias. No creo que nadie pueda sentirse discriminado, pues se dirige a los que se expresan en las lenguas europeas más conocidas, sin discriminar a nadie: en una celebración en castellano -la segunda lengua más hablada del mundo, después del chino- no faltan nunca los saludos en inglés, francés, alemán, italiano, portugués, gallego…, de suerte que, unos y otros, se sientan acogidos.
D. Julián es así. No podemos menos que sentirnos agradecidos a la Diócesis de Astorga, que lo ha preparado; y a sus padres, que han sido buenos educadores, quienes incluso en el tiempo en que han podido compartir con él su vida en nuestra tierra, le han ayudado a ser buena persona y buen sacerdote, mientras él se desvivía por este sector de la Iglesia de Dios que es la Diócesis Compostelana.
¡Gracias, D. Julián!
José Fernández Lago
Canónigo LectoralSantiago de Compostela