El pasado mes de Enero el Papa Francisco nos citó en Panamá para vivir la Jornada Mundial de la Juventud. Para nosotros era un mes horrendo: mitad curso, tiempo de trabajo, estudio, sin vacaciones, … pero ello no fue suficiente oposición para que participáramos 6 personas de nuestra diócesis.
Os dejamos a continuación el testimonio de dos jóvenes que han participado en esta aventura:
Irene, 23 años, A Coruña
“Este viaje ha sido una experiencia impresionante. Creo que una de las mejores de mi vida.
La propuesta del viaje llegó de forma inesperada y de forma más inesperada todavía pude arreglar todo para poder ir. Estaba claro que este viaje estaba pensado para mí y había que disfrutarlo al máximo.
Desde los primeros días en Costa Rica hasta los últimos momentos en Panamá City la presencia de Dios era tan grande que nadie podría dudar que EL estaba cuidando de nosotros.
El viaje comenzó en Madrid dónde tomamos el avión para dirigimos hacia San José, Costa Rica. Allí nos esperaban unos días muy agradables para conocer su cultura, sus comidas, sus gentes y sus paisajes. Los ticos (que así es como se llama la gente que vive en Costa Rica) nos dieron una gran acogida y nos demostraron que la fe es una alegría que hay que vivir. Fueron unos días de mucho disfrute en los que pudimos conocernos entre todos los españoles y formar una gran familia.
El 16 de enero cogimos un bus y nos dirigimos hacia Panamá. Nuestra primera parada fue Chiriquí, una región mayoritariamente agrícola que nos demostró que no hace falta tener mucho para entregarlo todo. Si vuelvo a ver los vídeos del día que llegamos a la parroquia el corazón me sigue dando un vuelco. Cuando llegamos, toda la parroquia nos recibió con bailes, tambores, aplausos, gritos, trajes regionales y hasta fuegos artificiales.
Y eso era solo el comienzo, las familias y los jóvenes de la parroquia se volcaron con nosotros, nos enseñaron a cuidar de la creación y a rezar a través de ella. Nos demostraron que la fe está llena de vida, de colores, de bailes y de la alegría que Dios te da.
Tras los días en las diócesis, nos fuimos a Panamá para disfrutar de la JMJ. Allí pudimos disfrutar de una iglesia joven: más de medio millón de jóvenes reunidos por el mismo motivo. Fueron unos días de mucha bendición y mucho aprendizaje impregnados por el carácter de los panameños siempre tan desenfadado y original.
Si tengo que destacar un momento destacaría dos, las palabras del Papa y el silencio sepulcral que se produjo en la vigilia del sábado. ¡Fue impresionante!
Ahora toca dar infinitas gracias por lo vivido, rezar por el pueblo panameño y como dijo el Papa abrazar todo lo que queramos que sea transformado.”
Laura, 26 años, A Coruña
“Este enero fui a Panamá para vivir la Jornada Mundial de la Juventud, en un viaje organizado por el Departamento de Juventud de la Conferencia Episcopal Española. No solo pude disfrutar de los actos centrales con el Papa, sino que también estuvimos días antes en la Diócesis de David, en la ciudad de Bugaba.
Allí pudimos conocer cómo es la Iglesia Panameña, cómo viven la fe, cómo hacen comunidad, cómo celebran a Cristo. Lo que más me llamó la atención fue ver una Iglesia ¡tan viva! La parroquia funcionaba a la perfección sin necesidad de que el párroco estuviese presente. De hecho, solo recuerdo verlo el día de la llegada. ¡Los laicos estaban tan comprometidos! Ellos llevaban el peso de la comunidad. La Iglesia era parte de su vida, una parte muy importante. ¡Los laicos eran la Iglesia! Tenían todo preparado y organizado para acogernos, según el ministerio y los dones de cada uno.
Su cultura es muy distinta a la nuestra, y como dijo el Papa Francisco en Panamá, ante las diferencias, yo quiero ser constructora de puentes, no de muros, para que un día se cumpla el sueño de Jesús de que todos sean uno, para que el mundo crea (Jn 17, 21). Y si algo bueno tiene viajar y construir puentes, es ver y conocer otras alternativas y aprender de ellas. De nada sirve, tener buenas experiencias si solo se quedan en eso, experiencias. Es necesario llevar todo lo bueno que viví a mi día a día, a mi Iglesia, a mi familia. Tengo que contarlo, no se puede quedar solo en las fotos.
Durante esos días, algunos sacerdotes españoles hacían una reflexión muy cierta, y es que nosotros llevamos la fe a América hace años y ahora son ellos los que tienen algo que enseñarnos. Yo lo vi y lo compartí con ellos y ahora siento unas ganas tremendas de contarlo también en mi casa.
Quiero contar a todos quién es Jesús, quiero suplicar a mi Iglesia diocesana que me deje ser parte de ella, no quiero estar más en el banquillo, no me conformo con ir a misa los domingos, yo también quiero ser y hacer la Iglesia, lo necesito. Porque ya no puedo vivir como hasta ahora, quiero que todos conozcan a Jesús.”
Delegación de Pastoral de Infancia y Juventud