Liturgia

Gloria a Dios en el cielo

En este mes de diciembre tendremos ocasión de celebrar dos tiempos litúrgicos: el Adviento y la Navidad. El primero sirve para preparar el segundo, de ahí que la Iglesia nos indique una serie de recomendaciones para cada uno de ellos, siempre con la finalidad de distinguirlos bien y celebrarlos mejor.

Uno de esos elementos que diferencian un tiempo de otro es el canto del Gloria. Durante las cuatro semanas que dura el Adviento no entonamos este antiguo himno porque nos reservamos para exultar de gozo la noche de Navidad, recordando al coro de ángeles que anunció a los pastores de Belén el nacimiento de Jesús, el Mesías, diciendo: «Gloria a Dios en el cielo en la tierra paz a los hombre que ama el Señor» (Lc 2, 14). Esta manifestación angelical fue tal que los pastores se pusieron inmediatamente en camino para adorar al Niño (cf. Lc 2, 15-20).

Dicho esto, no es de extrañar que la Iglesia nos recuerde en la Ordenación General del Misal Romano que «el texto de este himno no puede cambiarse por otro» (n. 30). Sobre todo porque es una gran doxología trinitaria, joya de origen griego, heredada de la Iglesia antigua y que se introdujo en el rito romano con ocasión de la liturgia de Navidad.

Por ello, no podemos sustituir esta oración del ordinario de la misa por cualquier otro canto que diga «gloria», aunque sea «gloria, gloria, aleluya» o «gloria, gloria, gloria»… si no continúa con el texto correspondiente.

Aclarada la cuestión del texto, la Iglesia nos da una libertad inmensa a la hora de interpretarlo: «lo inicia el sacerdote o, según las circunstancias, el cantor o el coro, y en cambio, es cantado simultáneamente por todos, o por el pueblo alternando con los cantores, o por los mismos cantores. Si no se canta, lo dirán en voz alta todos simultáneamente» (OGMR, 30). Aunque no sería lógico que se canten otras partes de la misa mucho menos importantes y que el gloria se recite, quedando relegado a un segundo plano.

La relevancia de este himno es tal que la Iglesia reserva su uso para las celebraciones más festivas del año litúrgico: los domingos –excepto en Adviento y Cuaresma–, las solemnidades, las octavas de Pascua y Navidad, y las fiestas.

Óscar Valado
Director del Secretariado de Música Sacra

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