Cáritas Diocesana conmemora en el mes de noviembre el cincuentenario de su constitución. Es una efemérides muy especial y significativa en el compromiso de nuestra Iglesia diocesana por la atención a los más desprotegidos y desfavorecidos. Vaya por delante la felicitación y la enhorabuena por estos cincuenta años de trabajo y dedicación: Cáritas es el rostro visible de la Iglesia “que caracteriza de manera decisiva la vida cristiana, el estilo eclesial y la programación pastoral”, siguiendo el espíritu del Sermón de la Montaña y de las Obras de Misericordia.
Pobres y desvalidos, material y espiritualmente, son los predilectos del Señor y en ellos se encarna también la humanidad de Cristo sanador y salvador que busca en nuestras manos y nuestras acciones el gesto y las acciones oportunas para acoger y acompañar al hermano triste y desamparado. Nos lo ha recordado el papa Francisco en la Bula “Misericordiae Vultus”: “no podemos escapar a las palabras del Señor y en base a ellas seremos juzgados: si dimos de comer al hambriento y de beber al sediento. Si acogimos al extranjero y vestimos al desnudo. Si dedicamos tiempo para acompañar al que estaba enfermo o prisionero (cfr Mt 25,31-45). Igualmente se nos preguntará si ayudamos a superar la duda, que hace caer en el miedo y en ocasiones es fuente de soledad; si fuimos capaces de vencer la ignorancia en la que viven millones de personas, sobre todo los niños privados de la ayuda necesaria para ser rescatados de la pobreza; si fuimos capaces de ser cercanos a quien estaba solo y afligido; si perdonamos a quien nos ofendió y rechazamos cualquier forma de rencor o de odio que conduce a la violencia; si tuvimos paciencia siguiendo el ejemplo de Dios que es tan paciente con nosotros; finalmente, si encomendamos al Señor en la oración nuestros hermanos y hermanas”.
El Papa nos pide no olvidar que “en cada uno de estos “más pequeños” está presente Cristo mismo. Su carne se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado. No olvidemos las palabras de san Juan de la Cruz: «En el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor»”. A nadie podemos excluir de nuestro amor “desde el momento que con la encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a cada hombre”.
Las celebraciones de este significativo aniversario de Cáritas diocesana constituyen un acontecimiento gozoso y esperanzador: es mucho lo que se ha hecho y es todavía más lo que queda por hacer, recordando como escribía san Juan Pablo II, que “la caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras”. El reto de hacer frente a las necesidades de aquellas personas que acuden a los locales de Cáritas de nuestras parroquias, de las Caritas interparroquiales o de Caritas Diocesana es un deber y una magnífica ocasión de tener gestos concretos de amor y de misericordia. El espíritu de fiesta con que Cáritas vive este aniversario es también el reconocimiento justo y merecido a la tarea de sus voluntarios, de tantas personas anónimas que están poniendo su granito de arena, y de sus técnicos y especialistas, cuya tarea diaria es el mejor regalo que Cáritas posee y ofrece a la Iglesia diocesana.
El servicio de la caridad, como tantas veces nos indicaron San Juan Pablo II y el papa Benedicto XVI, vive de la fe profunda y de la oración constante que se transforma en acción para promover y defender la dignidad integral de todas aquellas personas que se sienten vulnerables. Si estamos llenos de Dios podemos llevar el pan material y espiritual al hermano que lo precisa, abriendo siempre la puerta a la transformación del corazón y al encuentro con el Señor resucitado.
¡Enhorabuena a Cáritas diocesana! Expreso mi deseo de que todos en nuestra diócesis sintamos el compromiso de colaborar, en la medida de sus posibilidades, apostando por la caridad como práctica de un amor activo y concreto con cada ser humano.
+ Julián Barrio Barrio
Arzobispo de Santiago de Compostela