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El rincón del cofrade

En esta exposición desearía relatar, con mucha humildad, algunas de mis experiencias durante años, desde mis inicios como cofrade en el pasado siglo y en especial los conmovedores momentos vividos en la reciente Semana Santa.

En mis comienzos acompañaba en la fila con la vela y mis vestimentas de nazareno a la Santísima Virgen de Los Dolores. Poco tiempo después, me incorporé al grupo de portadores de la Virgen y ser uno de los privilegiados que lleva sobre sus hombros a Nuestra Señora. Con el paso de los años fui entablando amistad con personas de otras cofradías y en la actualidad o soy cofrade o colaborador en unas cuantas hermandades de mi ciudad.

Desde mis esos inicios, siempre viví la Cuaresma y en especial la Semana Santa con mucha intensidad. Los trabajos de preparación de los altares, los pasos procesionales, etc. Pero en este año 2020, con los trabajos a medio hacer, recibimos la noticia de que por motivos de la pandemia originada por el Covid-19 se decretaba la suspensión de todos los actos previstos para la celebración de la Semana Santa, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. En pleno tiempo de Cuaresma, camino hacia la Pascua, vivimos una gran crisis humana causada por un virus. Una prueba que nos sitúa en un escenario social que no habíamos sufrido anteriormente.

Durante todos estos años dentro del mundo cofrade, he pasado momentos con mucho júbilo y otros con gran tristeza al no poder desfilar por las calles con nuestras Titulares porque la lluvia imponía su tiranía y no nos permitía expresar por las calles las manifestaciones piadosas, populares y al mismo tiempo que llevan consigo un carácter de proclamación y manifestación pública de la fe en Jesucristo.

Desde el anonimato bajo el capuz y por esas dos pequeñas mirillas, que me permiten ver el exterior, siempre observo la emoción, la piedad, el respeto que tantos fieles y devotos se acumulan por las calles para rendir homenaje a Nuestra Madre y a su Hijo padeciendo camino de la Cruz. Pero este año no pudo ser. Esto me llevó a reflexionar y a pensar que esta vez todo eso lo tendría que vivir sin esas dos mirillas. Es decir, que esta Semana Santa la iba a vivir de otro forma: “desde el interior”. En esta ocasión tendría que “ir a lo esencial”, tal y como nos recuerda el tiempo cuaresmal.

Por las redes sociales oficiales de las cofradías se fue haciendo una recreación de lo que habrían sido cada una de las salidas procesionales para seguimiento de los devotos. Pero, personalmente, me quedo con lo que hemos vivido, el grupo de cofrades-portadores-amigos, cada uno desde su casa por medio de las redes sociales privadas. Para mí, lo que al principio fue una decepción, incluso frustración, al anunciarse que se suspendían los actos públicos se transformó al finalizar la Semana Santa en una enorme felicidad porque sentí una gran paz interior y que además hizo conocerme mucho más profundamente y también a mis compañeros cofrades desde una visión muy distinta e inédita que, de no ser por la especial circunstancia de este año, nunca habría descubierto.

Si bien este año 2020 no pudimos cumplir con el objetivo que es el de representar por nuestras calles los dolores que Nuestra Madre y Cristo padecieron, sin embargo, hoy sí que resurge con más fuerza que nunca el lema “vívela” como una forma interior de reflexión.

En este momento, lo importante es recordar y rezar por todas las víctimas de la pandemia y sus familias, que recuperemos la normalidad en nuestras vidas y que la próxima Semana Santa 2021 –año Santo Jacobeo- la podamos celebrar con fervor y recordando tantas nuevas experiencias espirituales adquiridas.

 

José Luis Viña
Cofrade