Testimonio

Eduardo Amado

Mi familia es natural de Betanzos, aunque yo me crie en A Coruña. Mis padres no son especialmente creyentes, pero tengo una abuela que se preocupó de que me bautizase y luego se ocupó de mi educación religiosa. He de decir que, en buena parte, le debo a ella mi vocación.

De pequeño la acompañaba a Misa, sobre todo durante las épocas que pasaba en Betanzos. Mencionaré a otros referentes vocacionales de infancia: el párroco que atendía Santa María de Azogue y un tío abuelo que era sacerdote por aquella zona.

Después tuve una etapa de “desconexión”, con la crisis adolescente, de la cual me recuperé cuando comencé a cursar la carrera de Derecho en la Universidad. Aquellos estudios me llevaron al Reino Unido, una etapa de mi vida que marcó profundamente la consolidación de mi fe, como si se tratase de una nueva “conversión”. En aquel país encontré un catolicismo fresco, de mentalidad abierta y una Liturgia muy cuidada. Eso me atrajo mucho y creo que tomé conciencia clara de esta vocación sacerdotal a la que Dios me estaba llamando.

Maduré esa llamada a la vez que terminaba mis estudios en la Universidad de Salamanca, hasta que entré en el Seminario Mayor de Santiago en el año 2013.

 

Eduardo Amado